domingo, 29 de marzo de 2015

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El niño que pega




Una de las conductas que más preocupan a los padres es que su hijo pegue. Suele aparecer a partir del año y si actuamos bien puede aprender que no es bueno.

Conforme el niño crece, va adquiriendo la capacidad de hacer cada vez más cosas. Algunas las consideramos positivas, pero otras no tanto. Vamos a hablar de los niños que empiezan a pegar y cómo actuar durante los primeros años parar reducir esa conducta.
Que un niño pegue es algo muy mal visto. La progresión de la sociedad se ha basado entre otras cosas en la contención de la agresividad.
Pero es normal que todos los niños lo hagan. En realidad no es sino la evidencia de que ya tiene la capacidad de hacer daño. Lo importante en los primeros momentos es entender que cuando pega por primera vez no sabe en realidad lo que está haciendo. No usa su fuerza con intención de dañar. En la mayoría de los casos, la primera torta que cualquier padre se ha llevado aparece porque el niño se emociona mientras juega con nosotros o porque ha agitado la mano para “defenderse” de nosotros durante un juego y lo ha hecho con “puntería”. En esas ocasiones la postura más lógica es no darle importancia.
Pero poco a poco sí que empieza a hacerse consciente de que esa acción hace daño. Y en algunos casos empieza a hacerse cada vez más frecuente.
Parte de las funciones de la educación es el hecho de modular las capacidades que el niño adquiere en su desarrollo. Y si lo entendemos desde una visión respetuosa, lo que buscamos es fundamentalmente el bien futuro del niño.
En este caso concreto, si el niño no entiende que pegar no es una conducta adecuada, tendrá problemas serios en el futuro, porque la sociedad no admite la agresividad como medio para conseguir las cosas, ni como expresión aceptable.

En educación hay que entender algunas claves:

  1. Los resultados no son nunca inmediatos. Educar es un proceso, diferente en cada niño en cuanto a su duración y en la forma en la que se pueden conseguir resultados. Seguro que vamos a llevarnos muchos tortazos, bocados o arañazos antes de que nuestro hijo entienda que no debe hacerlo.
  2. En el fondo una de las cosas que buscamos es que el niño aprenda a convivir con otros en el futuro. Debemos pensar cómo actúa la sociedad frente a una conducta negativa para saber cómo le resultará más fácil al niño entender la reacción de los demás en el futuro. Y dentro de un ambiente más comprensivo y cariñoso del que encontrará después enseñarle cuál es el resultado de su conducta. Debemos escoger el mensaje que queremos transmitir.
Cuando hablamos de niños que pegan, hay quien reacciona con la idea de “el niño va a entender que puestos a pegar yo lo hago más fuerte”. El problema es que el mensaje que comunicamos al niño es que la agresividad es una forma válida de imponer cosas a los demás y de conseguir objetivos. Mientras sean los padres los más fuertes tal vez eso funcione, pero ¿qué pasará el día que nuestro hijo sea más fuerte que nosotros?
Además, aunque pensemos sólo a corto plazo, conseguiremos “contener” al niño ¿a qué coste? Haciendo que nos tema en lugar de querernos y respetarnos.
Recurrir a la violencia como herramienta educativa no es sino un fracaso de nuestra capacidad como padres de lograr un objetivo sin perder el afecto y el respeto de nuestro hijo.
Hay soluciones mejores sin duda.

Yo la que os propongo es la siguiente:

Si estás jugando con tu hijo y de repente te pega, muerde, escupe, grita o agrede de cualquier otro modo, levántate y aléjate de él. Y pon cara de pena. Hay que ser algo teatrales. La reacción habitual de la mayoría de los niños pequeños ante esto es de sorpresa. Y a los pocos segundos acude a buscarte para que vuelvas a jugar con él y extrañado de que te hayas marchado.
Es en ese momento cuando debes explicarle que te ha hecho daño, que eso no te gusta y que volverás a jugar con él, pero si vuelve a hacerte daño no jugarás y te marcharás de nuevo.
Esa misma conducta hay que repetirla cada vez que el niños nos agreda.
¿Cuál es el mensaje que le transmitimos? “Si haces daño a las personas que quieres, se alejan de ti.” Esto es lo que pasa en la realidad. El agresivo acaba sólo, en una cárcel o fuera de ella, pero los que lo quieren acaban abandonándolo uno tras otro.
Además logramos algo importante y es que el niño desarrolle la empatía: la capacidad de ponerse en el lugar de los demás y entender sus sentimientos, identificándose con ellos. La mayoría de las personas agresivas lo son porque carecen de empatía.
Si actuamos así, conseguimos que el niño nos respete, porque le queremos, nos quiere y entiende que si nos hace daño nos sentimos mal. Y si el afecto preside nuestra relación no querrá hacernos sentir mal.

sábado, 7 de marzo de 2015


 

"La discriminación en México es alarmante, aumenta, reacciona en particular si hablamos de los pueblos indígenas en México o de cualquiera de las llamadas minorías, la razon es simple entre más espacios se ganan se genera más resistencia hacia el cambio . La no discriminación es un proceso reeducativo, ver al distinto, convivir con la distinta tendría que ser un proceso natural en un país tan diverso como el nuestro, la prohibición genera oposición así que de poco sirve prohibir, la sensibilisación es el camino a seguir, la seducción es también un camino...", comentó Mardonio Carballo en "Las Plumas de la Serpiente" transmiridas este sábado en la Primera Emisión.

Carballo platicó que el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED) me invitó a participar en su campaña por la no discriminación a la que invitó a figuras de la talla Lydia Cacho, Laura García, Horacio Franco, Juan Manuel Bernal y el Dr. Bolavsky  se unieron para aprender un sonido, una palabra en una lengua distinta al castellano...

domingo, 1 de marzo de 2015

violencia de hijos contra sus padres

http://www.invdes.com.mx/salud-mobil/6695-por-que-cada-vez-mas-ninos-que-golpean-a-sus-padres Miles de padres viven la pesadilla del maltrato físico y psicológico de sus hijos, aunque no muchos se atreven a contarlo. La vergüenza y el sentimiento de culpa evitan que hablen, pero cada vez son más los que lo admiten y deciden denunciar. "Me agredió. Mi hija me puso boca abajo, no podía respirar y le rompió un dedo a su abuela cuando intentó ayudarme", narra Mariángeles, una madre de 42 años que pide reserva de su apellido. Esto ha hecho que psicólogos y sociólogos concentren su mirada en un fenómeno que no es nuevo, pero ha aumentado su recurrencia en las últimas décadas: la violencia filio-parental. Los hijos abusan verbal, emocional, económica y físicamente de sus padres o cuidadores para tener el control. Según un estudio reciente realizado por la Unión Europea, se estima que en Estados Unidos y España -dos países observados en el informe- un 10 por ciento de las familias sufre esta agresión, que no distingue nivel socioeconómico ni modelo familiar y en la que los principales agresores son los adolescentes varones y las víctimas, sus madres. "Se piensa que ocurre en familias desestructuradas con problemas económicos: no es así. Hay gran variabilidad y muchas tienen posición acomodada", apunta la psicóloga Esther Roperti, que ya en 2005 vio cómo en el centro de tratamiento en el que trabajaba en Madrid ingresaban más chicos por maltrato a padres que por actos vandálicos. Problema moderno La Fiscalía alerta que, junto al robo violento, la violencia filio-parental es el delito por el que detienen y adoptan más medidas cautelares contra menores en España. En 2013 hubo 4.659 denuncias, el 16,6 por ciento de los procedimientos abiertos. España es, a la vez, referente para América Latina y Europa, que ahora comienza a poner la lupa sobre este problema con "El abuso oculto de los hijos sobre los padres", primer estudio encargado por los europeos en 2013, elaborado por la británica Universidad de Brighton y financiado por el Programa Daphne III, que combate la violencia que involucra a menores. "Es la forma más oculta, incomprendida y estigmatizada de violencia familiar. Miles de padres viven con temor pero aún es un tema tabú", dice Paula Wilcox, investigadora del estudio. El estudio académico evaluó la efectividad de los modelos para tratar la violencia filio-parental que existen en Bulgaria, Irlanda, España, Suecia e Inglaterra: uno trabaja con grupos paralelos de padres y jóvenes enseñando técnicas para lidiar mejor con las emociones y el otro se enfoca directamente en cómo mejorar la labor de los padres. Para los especialistas, la violencia acrecentada de los menores contra sus padres es un problema propio del siglo XXI. "No quiere decir que no existiera sino que ahora alcanza una dimensión grande, para ponerle atención", dice Roberto Pereira, vicepresidente de la pionera Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental (Sevifip). "Imanes que se repelen" En el caso de Mariángeles, la violencia comenzó a manifestarse tras su divorcio hace seis años y empeoró hace tres al mudarse a Madrid con sus dos hijas. La mayor, que pide identificarse como Lucía para no dar su nombre real, experimentó un cambio de 180 grados. Acudió a varios programas psicológicos y de drogodependencia cuando comenzó a fumar cannabis. "Salía mucho, estaba en la calle con gente que no era… Me distancié de mi madre", dice esta chica de 17 años. La expulsaron del colegio y sugirieron denunciarla a las autoridades, pero su madre prefirió buscar ayuda: "¿Cómo la iba a denunciar? En ese momento no podía asimilarlo". Ahora, reflexiona que su error fue no hablar sobre los cambios que vivirían, así como no ponerle límites a su hija. "¿Quién es el culpable? No lo son hijos ni padres, hay un conflicto. Son dos imanes mal colocados que se repelen pero si se colocan bien se atraerán. Es una patología del amor", afirma Javier Urra, director clínico del Programa RecUrra-Ginso (que atiende a menores en conflicto con sus progenitores), presidente de Sevifip y ex Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid. Asimismo, parte del problema suele ser que la familia no tiene claro el concepto de autoridad y su sistema educativo es permisivo. Son más amigos que padres y crean "adolescentes caprichosos que no toleran la frustración". Del secreto a la denuncia Muchos padres creen que pasará solo y que su hijo los agrede porque es simplemente un aspecto de su personalidad. Pero los expertos apuntan que, en muchos casos, la violencia es indicador de una necesidad de límites o de una separación indispensable para desarrollarse como individuo, por eso este comportamiento sucede más en la adolescencia. Muchas veces, la necesidad de intervenir debe materializarse en una denuncia ante las autoridades, una medida –según los terapeutas- que protege a los padres y puede ayudar a que esos chicos logren relacionarse sin violencia. Pero tomar la decisión tampoco es fácil, no sólo por el afecto sino por las consecuencias legales que pueda tener la denuncia. "A veces es un vecino el que llama a la policía, se pone en marcha el dispositivo y pasa al juzgado. Es importante asesorar bien a los padres, porque denunciar también implica una orden de alejamiento. El hijo no se puede acercar al hogar ni hablar con los padres, si incumple la orden es un delito”, explica la abogada María José Parras. Dimensión social La psicóloga del centro, Lorena Zardain, explica que en los últimos años llegan familias con problemáticas cada vez mayores. "La agresión es un elemento más de disfuncionalidad o hay problema de salud mental, drogadicción o violencia entre sus miembros", apunta. Pero, aunque la agresión filio-parental ocurre dentro de la familia, la sociedad también tiene responsabilidad porque, según los expertos, banaliza la violencia. Así, reclaman protocolos de intervención social para detectar y saber cómo actuar. Una labor también pendiente en América Latina, donde además en muchos países no se diferencia estadísticamente los casos de violencia filio-parental de otras agresiones familiares. Pocos tienen cifras concretas. Por ejemplo, en Colombia la agresión de hijos contra padres representó 11 por ciento de los 15 mil 829 casos de violencia intrafamiliar en 2013. En cambio, en Argentina "no existen estadísticas porque no está tipificado como delito. Se engloba a nivel general como violencia familiar (y) no hay protocolos", dice Gabriel Bertino, abogado e impulsor del Congreso Internacional de Violencia Filio-Parental y Violencia de Género, realizado en 2013 en la provincia de Santa Fe, en el centro del país. Desde Sevifip consideran que en América Latina hay cierto desfase en la atención a este problema, aunque cada vez se tiene más en cuenta. "Sí existe, pero la prioridad allí es frenar el maltrato infantil y la violencia de género, las otras dos formas de violencia intrafamiliar", apunta el vicepresidente de la entidad. Fuente: BBC Mundo / Nancy Sánchez